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Batalla pandémica: Sicacusa contra Cartago [Armati]

Iniciado por strategos, 04 jun 2021, 03:28

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strategos

Cita de: Diodoro Sículo (XIX.1)Hay un viejo refrán que dice que no son los hombres comunes, sino los de superioridad sobresaliente, los que destruyen las democracias. Por esta razón, algunas ciudades, sospechando de los hombres públicos más fuertes, les quitan su demostración exterior de poder. Parece que el paso hacia esclavizar la patria es corto para los hombres que se mantienen en posiciones de poder, y que es difícil abstenerse de la tentación de la monarquía para aquéllos quienes por eminencia han adquirido esperanzas de gobernar. Porque es natural que los hombres sedientos de grandeza busquen su propio engrandecimiento y abriguen deseos que no conocen límites."

Hoy contaremos la historia de uno de esos hombres.

Ochocientos sesenta y seis años después de la destrucción de Troya, siendo Demógenes arconte de Atenas (317 a.C.), Agatocles de Siracusa se convirtió en tirano de su ciudad. O como oficialmente se le denominaba, strategos autokrator, general que gobierna por sí mismo. El modo en que llegó a ser elevado a tal dignidad lo dejaremos para otro momento, pero el ascenso al poder de Agatocles se hizo sobre la sangre de los nobles, que hubieron de tomar el camino del exilio... aquéllos que pudieron escapar.



Uno de dichos nobles fue Deinocrates, amigo personal de Agatocles, que por ese motivo salvó la vida, aunque en su huida no había recuerdos de gratitud para el tirano, sino más bien el rencor por los familiares y amigos perdidos y la riqueza expoliada. Junto a él fueron miles los exiliados que fueron acogidos en varias ciudades hostiles a Agatocles, entre las que se destacaron las ciudades de Acragas, Mesene y Gela.

Las fortunas de la guerra fueron y vinieron durante los siguientes dos años, incluyendo el desafortunado desembarco como general de los exiliados de Acrótato, el espartano, pero ésa es otra historia que será contada en su momento. Derrotados poco a poco en distintos frentes, las ciudades de Acragas, Mesene y Gela hicieron la paz con Agatocles, y expulsaron de su territorio a los exiliados. Pero de poco les sirvió a estas ciudades someterse a Agatocles. Primero Mesene vio cómo sus libertades eran recortadas y los contrarios al tirano de Siracusa ejecutados, siendo la ciudad sometida con una guarnición. Los supervivientes que pudieron escapar de Mesene huyeron al campamento de los exiliados, que crecía con cada conquista de Agatocles. Acosado por todos los frentes y sin ciudades que los acojan por miedo al tirano, Deinocrates decidió poner su suerte en manos de los cartagineses, a los que pidió ayuda.



Los exiliados reunían ya más de tres mil infantes y no menos de dos mil hombres a caballo. Ocuparon un lugar llamado Galeria. Para sofocar a los rebeldes antes de que los cartagineses pudieran reunir tropas, Agatocles envió un ejército al mando de dos de sus generales, Pasifilo y Demófilo. Frente a él se opusieron Deinocrates, líder ahora de los exiliados, y Filonides. Una batalla tuvo lugar y durante largo tiempo se mantuvo indecisa, hasta que Filonides murió y el ala que comandaba tuvo que retirarse. Deinocrates hubo de retirarse salvando toda la parte del ejército que pudo.

Entre tanto, la fuerza expedicionaria cartaginesa no se había mantenido ociosa. Concluyeron un acuerdo con la ciudad de Acragas, para que éstos unieran sus tropas al mando del general Xenodicus a las tropas cartaginesas. Los púnicos decidieron tomar una posición estratégica en el monte Ecnomo, en la frontera de Acragas con el territorio de la ciudad de Gela. Este promontorio domina la desembocadura del río Himera y es un buen fondeadero para su barcos, que podrían proporcionar suministros al ejército por mar y evacuarlo en caso necesario.

Agatocles, conociendo de las intenciones de los púnicos, reunió a todas sus tropas y se dirigió a su encuentro. Su ejército llegaba inflamado por la reciente victoria frente a los exiliados. Junto a Agatocles venían sus dos generales victoriosos, Pasifilo y Demófilo, así como los dos hijos mayores del tirano, Arcagato y Heracleides, hombres muy valeros y muy capaces en el mando. Por el contrario, los cartagineses no estimaban estar listos aún para el enfrentamiento. El general siracusano retó a los púnicos a una batalla campal, pero éstos la rechazaron. Y así Agatocles asumió que ahora dominaba por completo el campo abierto sin luchar y se fue a Siracusa, donde decoró los principales templos con el botín, con su ejército intacto y la moral muy alta.

Por su parte, los cartagineses tampoco permanecieron ociosos, pues conscientes de su inferioridad en el terreno nombraron al más capaz de entre todos ellos, Amílcar, noble de alta cuna, hijo de Gisgo, almirante que permitió que Cartago mantuviera sus posesiones en Sicilia tras la derrota del río Crimisos, y nieto de Hanón el grande, general que derrotó definitivamente a los griegos por mar. Acompañando a Amílcar se nombró como su lugarteniente a Atarbas.

Estos son los hechos que hemos podido descubrir de estos años y que precedieron a la batalla que nos proponemos narrar. Pero eso... será otro día.


Caballero Andante

¡¡Bravo por el relato, Strategos!! Qué pintaza tiene todo... Eso sí, no olvides la banda sonora de las chicharras...  ;D

Juanpelvis

Que Agatocles tenga un lugarteniente llamado Demófilo tiene "afgá"

Zilus

Genial trabajo, me encanta. Con lo que me gustan a mi estas historias, mas que las minis incluso.

Yo al menos, me ofrezco para ayudar en lo posible si hace falta.

Saludos.

strategos

Muchas gracias por los ánimos, que se agradecen mucho. Ya han salido los roles, así que os podéis ir identificando con el personaje que interpretáis en esta pequeña obra.

Muchas gracias por la ayuda @Zilus en esto. La idea es que cada uno vaya cumpliendo su parte y, al terminar, que podamos ir compartiendo por aquí esos textos que os cambiéis entre generales. Recordad que el relato que aquí se da en el post es parcial, así que lo iré alimentando poco a poco pero con retraso con respecto a los hechos de la campaña.

Tirador

Recibido sin problemas

Enviado desde Leo por correo ecuestre


Sir Nigel

¿Los mensajes entre nosotros los escribimos en este hilo o lo hacemos a través de correo?


strategos

Cita de: Sir Nigel en 04 jun 2021, 23:52
¿Los mensajes entre nosotros los escribimos en este hilo o lo hacemos a través de correo?

Los que tenéis lugarteniente, os haré las presentaciones por email. Con ese personaje podéis comunicaros siempre sin límites y ambos recibiréis la misma información por mi parte. Con el resto de miembros de vuestro bando yo haré de intermediario y será por email.

Aquí podremos reportar poco a poco pasado un tiempo y luego al final de la partida.

strategos

Ochocientos setenta y dos años después de la destrucción de Troya, siendo Simónides arconte de Atenas, tras un invierno tenso en el que sonaban los tambores de guerra, finalmente las amenazas de los cartagineses se hicieron realidad para disgusto de Agatocles. Sus espías griegos le informan de la llegada de una gran flota de guerra junto a innumerables cargueros. Los púnicos pasaron varios días descargando tropas y suministros en la ciudad de Motya. Allí se reunieron mercenarios de distintos rincones del Mediterráneo. Amílcar, el general cartaginés, actuó con energía y decisión desde el primer momento, haciendo todas las disposiciones para la guerra con total diligencia. Una vez tuvo listo a su ejército, llamó a sus aliados y a las ciudades más cercanas y los sumó a su ejército, adentrándose en la isla y sumando nuevos aliados a su paso movidos más por el desprecio a Agatocles que la amenaza de los púnicos. Así, con su magnanimidad y clemencia se ganó el favor de muchas ciudades griegas, que se sumaron a su causa. Los espías llegaron a contar no menos de 40.000 soldados y 5.000 tropas de caballería.

Amílcar puso sus pasos hacia la ciudad de Akragas, para, desde allí, iniciar la invasión del territorio afín a Agatocles por el sur. Su objetivo era apoyar por tierra a la flota y asegurar el bastión del monte Ecnomo, que sería de nuevo su base de operaciones. Allí se instalarían otra vez aprovechando el antiguo promontorio fortificado en su día por el tirano Falaris. En su camino se le unen los exiliados griegos a la cabeza de Deinocrates y los secundan los acragantinos, dirigidos por Xenodicus.



No obstante, la treta púnica había logrado su propósito. Mientras aparentemente la flota se desplazaba al sur de la isla, sobre todo con naves no militares, el grueso de la flota púnica se movió con rapidez por el norte. En la zona del estrecho de Mesina, frente a las costas de Mesene, los púnicos tomaron por sorpresa con sus barcos, superiores en número, a los griegos. Entonces veinte de los barcos griegos con sus tripulaciones cayeron en manos de los cartagineses. Esto supuso una considerable pérdida naval para Agatocles.

Mientras ocurrían estas cosas al oeste y norte de la isla, Agatocles no permaneció ocioso, siendo un hombre siempre predispuesto a la acción y a llevar la guerra al territorio enemigo. Sintiendo que la ciudad de Gela, ahora en la frontera, pudiera pasarse al enemigo, Agatocles urdió un plan para someterla. Para asegurar la ciudad de Gela con una guarnición, no se atrevió a liderar un ejército abiertamente por temor a que el resultado fuera que los gelesíes, que buscaban una excusa, lo detuvieran y él perdiera una ciudad que le proporcionaba grandes recursos. Por lo tanto, envió a sus soldados a pocos a la vez como para necesidades particulares hasta que sus tropas superaron con creces a las de la ciudad en número. Cuando esto se hubo cumplido llegó de improviso, tomó las armas contra sus propios aliados y acusó a los gelesíes de traición y deserción, ya sea porque en realidad estaban planeando hacer algo de este tipo o porque estaba persuadido por acusaciones falsas hechas por exiliados, o bien porque quería hacerse con sus riquezas para sufragar la campaña. Agatocles mandó matar a más de cuatro mil gelesíes y confiscó sus propiedades. También ordenó a todos los demás gelesíes que le entregaran su dinero, su plata y oro sin acuñar, amenazando con castigar a los que desobedecieran. Como todos cumplieron rápidamente la orden por miedo, reunió una gran cantidad de dinero y causó un pánico espantoso entre todos los que estaban sujetos a él. Con ello infundió el medio entre sus aliados, pues pensaban que había tratado a los gelesíes con más crueldad de lo debido. Para recordarles su traición, amontonó en las zanjas fuera de los muros a los muertos y, dejando en la ciudad una guarnición adecuada y pertrechos para aguantar un asedio, salió al campo contra el enemigo.



Una vez se hubo asegurado su retaguardia, Agatocles fue hasta el límite del territorio de los gelesíes pues tuvo información por sus espías de que los cartagineses se habían establecido allí en gran número. Las fuerzas de Agatocles eran también formidables, no solo por su número, no inferior a los 35.000 griegos, sino sobre todo por su calidad, pues la mayor parte eran hombres aguerridos y acostumbrados a los rigores de la guerra.

Agatocles se acercó desde el este y estableció su campamento en otra de las fortalezas que habían pertenecido a Falaris, llamada Falarium en su honor. En el espacio entre los ejércitos acampados había un río, el Himera, que servía para cada uno de los bandos como defensa contra el enemigo. Corrían dichos de épocas anteriores entre las tropas de ambos bandos que cerca de este lugar un gran número de hombres estaban destinados a perecer en batalla. Sin embargo, como no estaba claro en cuál de los dos bandos ocurriría la desgracia, los ejércitos se llenaron de miedo supersticioso y se acobardaron ante la batalla.

strategos

Comienzan las primeras acciones y con ellas vuelve un clásico por aclamación popular ;)



Estamos en la estación conocida como de la Estrella del Perro, en la que Sirio asoma por el horizonte y anuncia a los hombres un sol de justicia. El calor ya se palpa en el ambiente. La llegada de las tropas ha supuesto una gran excitación y un frenesí propio de la instalación y acomodo a la nueva realidad. A marchas forzadas se construían tiendas y empalizadas y ambos campamentos bullían de acción, especialmente el siracusano, que tenía que construir un campamento nuevo, mientras que los cartagineses ampliaban el existente para dar cabida a las nuevas tropas. El calor nocturno y una noche limpia y despejada permite a los rivales ver los fuegos al otro lado del río en la distancia, no excesiva por cierto, pero tampoco demasiado cerca el uno del otro.

No tardaron en circular dichos entre las tropas sobre leyendas de aquel lugar que ya hemos referido sobre una terrible desgracia que había de ocurrir a aquéllos que osaran cruzar en armas. Los hombres, muchas veces dados a las supersticiones, empezaron a creer en tales portentos, de suerte que esta superstición inundó los dos campamentos. Tal era la situación que los más bisoños  no querían reconocerlo pero empezó a decirse que tal augurio de Apolo no debería ser tenido en vano.

Por aquel entonces ganó gran ascendencia entre los púnicos un adivino que respondía al nombre de Barekbaal. A todos maravilló con sus portentos adivinatorios, hasta el punto de que sus dichos circularon incluso entre los locales y llegaron incluso noticias hasta el campamento de Agatocles, donde cada palabra y portento del adivino, bien fuera por certeza o pura ignorancia, iba creciendo a cada paso. Este adivino parecióle a las gentes simples que obraba milagros por sus dotes y todoss tomaban por verdad cada una de sus palabras.

Barekbaal aseguraba que la profecía venía a ser cierta por provenir del propio Apolo y que sólo los necios y los impíos podrían ignorar esto. Pero por haber sido inspirada por un dios griego, habían de ser los propios griegos los que habían de guardarse de la misma frente a los púnicos. Los hijos de Tanit poco habrían de temer a la profecía pues ellos ya habían pagado su tributo al cruzar hasta las costas de Sicilia.

Entre tanto, los oficiales de ambos campamentos bullen de acción. Se ha visto a los generales en contacto con sus oficiales: comienzan los preparativos.

Caballero Andante

¡¡Ole ahí, esas chicharras!!  :cc

Da gusto ir leyendo la crónica así, en entregas cortas... ¡Es como uno de los seriales de antaño, pero épico!
:vik

Juanpelvis

Yo no digo nada de nada para no dar pistas de ningún tipo, pero solo falta un drama de amor para tenerlo todo (habida cuenta del honor, deber, violencia, religión, cobardía...).

Podemos ir pensando en alguna manera de resumir todos los contactos, mensajes y movimientos para hacer un ARR completito. Lo voy barruntando para la post-partida.

strategos

Cita de: Redentroll en 11 jun 2021, 12:35
Yo no digo nada de nada para no dar pistas de ningún tipo, pero solo falta un drama de amor para tenerlo todo (habida cuenta del honor, deber, violencia, religión, cobardía...).

Podemos ir pensando en alguna manera de resumir todos los contactos, mensajes y movimientos para hacer un ARR completito. Lo voy barruntando para la post-partida.

Me parece una gran idea. Yo estoy guardando los mensajes que se comunican los jugadores pero si me echáis una mano con eso, se agradece. Estaría bien que la post partida sea algo coral.

strategos

(Un poco de sonido de ambientación para reflejar los compases de mañana de ambos bandos.)


Las noticias que llegan a través de los viajeros y comerciantes de las inmediaciones son confusas y no siempre fiables. Nadie se atreve a hablar en primera persona y siempre cuentan una historia de algo que les ha contado alguien. Ésta es la naturaleza de la guerra, en que muchos cuentan, pero nadie dice nada.

Tras haber montado los campamentos ambos ejércitos comenzaron a ponerse en marcha. Las primeras noticias, apuntan todos los viajeros, dicen que hubo un enfrentamiento entre griegos y cartagineses en la orilla derecha del Río Himera. Los bárbaros dicen que el encuentro fue algo indeciso entre las tropas, aunque los griegos reclaman que suya fue la victoria pues quedaron dueños del terreno.

En el campo cartaginés, Amílcar entró triunfante en su campamento y dispensó dádivas entre las tropas. En el enfrentamiento estuvo a la cabeza de sus tropas, ordenando minuciosamente la disposición de cada unidad y encabezando una de las partidas de ataque, siempre visible ante sus hombres. Junto a él estaba su fiel lugarteniente, Atarbas, y el griego Xenodicus. En el campamento cartaginés ya nadie duda de las palabras de Barekbaal, adivino que ha encontrado una gran ascendencia entre los púnicos y al cual van frecuentemente a consultarle soldados de toda condición.

A pesar de reclamar la victoria, los aliados griegos de Agatocles quedaron intranquilos, pues tornaron a la sensación de que habían sido abandonados a su suerte por su general, fuera de los muros del campamento, mientras él emprendía otras acciones. Algunos, por otra parte, incluso rumorean que el tirano se ha servido de esta treta para deshacerse de Pasifilo, quien se ha convertido en un posible rival para el strategos autokrator. 

Por su parte, el general siracusano, siempre presto a la acción, no demoró en un punto su ánimo y cruzó con el resto de sus tropas a la otra parte del río, donde estableció un nuevo campamento, plantando sus enseñas en la colina gemela al Fallarium. Esto es lo que cuentan los lugareños del primer día de enfrentamientos.