Colabora


+ Info

El ocaso de Constantinopla

Iniciado por (Pablo), 13 jul 2010, 13:50

0 Miembros y 1 Visitante están viendo este tema.

(Pablo)

CitarNuevo tema del blog. Espero que os guste  :).

http://pensan-do.blogspot.com

El ocaso de Constantinopla

En el año 1453 concluye el periodo conocido como la Edad Media, desde la caída de la primera ciudad romana hasta el ocaso de la última. Dos protagonistas dirigirán la última escena de este periodo: Mehmed II y Constantino Dragases.




Nos encontramos en el año 1453 en la ciudad de Constantinopla, o Bizancio, o Estambul, encrucijada de dos mundos. Han transcurrido 1.000 años desde la caída de la antigua Roma (473 d.C.), y durante un milenio el Imperio de Oriente ha sobrevivido en solitario, enfrentándose a norte, sur, este y este. Las murallas de Constantinopla han resistido ataques búlgaros, germanos, rusos, persas, árabes e, incluso, de los cruzados cristianos. Muchos siglos han pasado desde su edad de gloria, en la que llegó a recuperar gran parte del antiguo territorio romano durante las campañas del general Belisario. Mas aquellos dominios (Italia, Grecia, África) se han perdido hace ya mucho tiempo. El Imperio Romano en el siglo XV es una sombra de su poder pasado: los dominios de su último emperador, el basileus Constantino Dragases, coinciden con los límites de la vieja Bizancio. El viejo Imperio se ha desvanecido tras siglos de guerras con el mundo.

Ahora, aprovechando la debilidad, el sultán del todopoderoso Imperio Otomano prepara las tropas para el ataque. Su nombre es Mehmed II. Asustado por el inmenso ejército que se cierne sobre su reinado, Constantino se apresura a pedir ayuda a sus aliados en Occidente. La respuesta es, como poco, comedida. La brecha religiosa entre Roma y Constantinopla aún sigue abierta: la eterna lucha entre la Iglesia Católica de Roma y la Iglesia Ortodoxa Bizantina. La ayuda del Papa a Constantino se limita a dos meras galeras, unos doscientos hombres. El 5 de abril de 1453, tras apoderarse del paso al Mar Negro, Mehmed avanza con sus tropas para rodear Constantinopla. El ejército otomano es inmenso: 80.000 soldados turcos profesionales, 12.000 de los cuales pertenecían al cuerpo de élite de los jenízaros, y 20.000 hombres sin entrenamiento militar: reclutas, renegados y mercenarios usados como carne de cañón. El ejército de Constantino apenas alcanza los 6.000 hombres. El sultán Mehmed promete a sus hombres tres días de saqueo y pillaje. Ahora, la única defensa de la última ciudad romana es la inmensa muralla de Constantinopla.

Mehmed conoce la solidad de las murallas enemigas: el eterno bastión, el sostén de los bizantinos durante los últimos mil años. Los mayores cañones son incapaces de atravesar sus rocas. Será necesario, pues, construir cañones mayores. El encargado de la mastodóntica tarea será un reputado ingeniero húngaro, de nombre Urbas. El inmenso cañón resultante es arrastrado lentamente hacia la ciudad, remolcado por cincuenta pares de bueyes y cientos de soldados. Frente a él, legiones de trabajadores alisan y preparan el terreno que atravesará la mole. Mientras avanza continúa la producción del nuevo modelo, inmensos hermanos de bronce destinados a la toma de Bizancio. Los disparos resuenan noche y día sobre los cielos de la ciudad, las eternas murallas aguantan envite tras envite, a un ritmo de siete disparos diarios por cada gigantesco cañón. Es cuestión de tiempo, y el basileus lo sabe. Y entonces, cuando todo parece perdido, unas velas aparecen en el horizonte, navegando por el Cuerno de Oro en dirección a la ciudad. Occidente, al fin, ha escuchado la llamada. Tres barcos genoveses navegan hacia el puerto bizantino. La inmensa flota otomana los persigue de cerca, intentando darles alcance. El viento amaina, y los barcos genoveses se ven obligados a combatir a sus enemigos. Al fin, cerca del anochecer, consiguen zafarse de sus perseguidores y llegar a la ciudad. La ayuda ha llegado.



Durante una noche, la esperanza vuelve a la ciudad sitiada. Occidente, al fin, ha respondido a su súplica. Más barcos llegarán de sus hermanos cristianos, junto con soldados y provisiones. Sólo deben aguantar. Mas, entonces, la genialidad de Mehmed se hace tangible. Hasta ese momento, el acceso a la bahía de Constantinopla, el Cuerno de Oro, ha permanecido sellada a los otomanos, custodiada por la inmensa cadena que cruza la bahía de extremo a extremo, impidiendo el paso a los barcos no deseados. Ahora bien, ¿que ocurriría si la flota otomana fuera transportada por tierra, cruzando las colinas que separan el mar del Cuerno de Oro? Esa locura, digna de Napoleón o de Aníbal, será la genialidad de Mehmed. Durante la noche, miles de soldados trasladan los barcos sobre sus hombros. A la mañana siguiente, los sorprendidos sitiados ven a la flota enemiga navegando hacia la ciudad. Ahora sólo la débil muralla menor, expuesta a los cañones, separa a los turcos de la ciudad (el dibujo a la derecha de este texto puede servir de ayuda para ilustrar la situación: es la inmensa cadena al sureste lo que Mehmed intenta evitar, cruzando con su flota el pequeño istmo que separa la bahía interior del mar exterior).


Día tras día, los cañones otomanos destrozan la muralla menor. Ocho inmensas brechas se abren entre las piedras y, día tras día, las tropas de Mehmed se lanzan al ataque. Y día tras día, durante seis agotadoras semanas, los otomanos son rechazados por los defensores. Las tropas cristianas rechazan valerosamente ataque tras ataque, defendiendo las murallas hasta el último hombre. Mehmed planea el ataque final para el día 29 de mayo. Constantino lo sabe: se prepara para el final. Una inmensa ceremonia se celebra en la iglesia de Santa Sofía: todos los cristianos, unidos, participan en la última misa. A la una de la madrugada Mehmed da la orden de ataque.

Los primeros en lanzarse al combate son los 20.000 reclutas de Mehmed. Vez tras vez son rechazados, mas las tropas bizantinas comienzan a mostrar signos de agotamiento. Tras ellos, Mehmed envía a los tropas de élite, los jenízaros. De nuevo, los soldados bizantinos aguantan el envite, rechazando las escalas y bloqueando el acceso a la ciudad. Contra todo pronóstico, parece que la ciudad resiste. Y, entonces, ocurre de la desgracia. La llamada Kerkaporta, una minúscula puerta menor en la muralla exterior, destinada al tráfico de peatones en tiempos de paz, permanece abierta. ¿Cómo ha sido posible? ¿Cómo han podido olvidar los defensores aquel pequeño acceso, aquella pequeña debilidad en la muralla? Los jenízaros, confusos, dudan, sospechando de una trampa. Al fin, uno tras otro, comienzan a entrar en la ciudad. Los defensores son sorprendidos por un ataque desde la retaguardia. Los gritos agónicos comienzan a extenderse por la ciudad: "¡La ciudad está tomada! ¡La ciudad está tomada!". Uno tras otro, los defensores comienzan a retroceder.

El combate continúa en el interior de la ciudad, pero ya está todo perdido. El basileus Constantino Dragases muere en las calles de su ciudad, luchando en primera línea contra sus enemigos, despojado de sus galas imperiales y luchando como un soldado anónimo. Las llamas se elevan sobre Bizancio, el saqueo comienza. Un imán proclama desde Santa Sofía, con el rostro hacia la Meca, el credo musulmán. Y así, a través de la Kerkaporta, las tropas islámicas entran en Occidente. Así muere el último emperador romano, así cae la última ciudad romana, así se desploma la gran cruz de Santa Sofía.


Bibliografía recomendada:

- Momentos estelares de la humanidad, de Stefan Zweig. A lado de su magnífica narración en "La conquista de Bizancio", este artículo es un mero resumen.

- El artículo de Wikipedia sobre el tema, bastante completo (http://es.wikipedia.org/wiki/Ca%C3%ADda_de_Constantinopla)

Asturvettón

Caray, alguien que conoce a Stefan Zweig!!!
Enhorabuena por tus aportaciones.
Saludos.

Yuber Okami

Muy bueno el artículo, aunque yo siempre he considerado que realmente el imperio romano desaparece con la conquista cruzada y la aparición de los reinos latinos, aunque después reaparezca.

(Pablo)

Cita de: Yuber Okami en 13 jul 2010, 16:12
Muy bueno el artículo, aunque yo siempre he considerado que realmente el imperio romano desaparece con la conquista cruzada y la aparición de los reinos latinos, aunque después reaparezca.

Es cierto que no hay una continuidad muy clara desde la caída de Roma hasta la de Constantinopla. Se podría considerar que el Imperio Romano desaparece con el ataque cruzado, como dices, o con la ascensión del primer basileus al trono (Heraclio) y la imposición del griego como idioma oficial. Lo cierto es que la caída de Constantinopla marca el fin del cristianismo en Oriente y la aparición del Islam en Occidente (exceptuando, claro, la curiosa situación de la península ibérica). Si bien el reino de Constantino Dragases puede no ser romano es, sin lugar a duda, descendiente del pasado romano.

Y Asturvettón: sí, conozco a Stefan Zweig, y me encanta ^^. Siempre tengo sus Momentos Estelares como libro de cabecera.

¡Gracias por vuestros comentarios!

Elmoth

Buen articulo. Me gusta el tono de drama :)

Zweig es un muy buen autor. Recomiendo su biografia de Fouché.

Xavi

Megadoux

Ahhh, según leía me acordaba del libro que Sir Steven Runciman escribió sobre la toma de Constantinopla, del que Mika Waltari sacó su "El Ángel Sombrío"... sólo te ha faltado mencionar que Constantino XI murió como soldado anónimo tras despojarse las insignias imperiales. Y Runciman menciona también cierta leyenda referente a la misa que se estaba celebrando en Santa Sofía cuando entraron los turcos: que los sacerdotes desaparecieron con el cáliz y las hostias sagradas detrás del altar para evitar el sacrilegio y que volverán a terminar la celebración cuando Hagia Sofía vuelva a ser un templo cristiano

(Pablo)

Gracias por vuestros comentarios. Megadoux, con tu permiso incluyo en el artículo el detalle sobre la muerte de Constantino: ¡gracias por el dato!

AnibalBarca el cartagines

Me encanta,muy entretenido y riguroso,solo hecho en falta una mención al cápitan genovés ,otro gran heroe de la resistencia,y un pequeño detalle, que la ayuda del papano fue desinteresada,a cambio Constantino prometió convertir Constantinopla en cátolica,cosa que no gusto mucho a los monjes ortodoxos,que se pasaron a los turcos.
¿Para cuando la segunda parte Mehmed contra Vlad el Empaladorrr? ;D

Endakil

Interesante artículo. Y, por cierto, gracias por postearlo en toda su extensión (encuentro decididamente enervantes esos "...el resto en mi blog").

Y, por la Puerta Dorada, no leáis El Ángel Sombrío. Diría que es uno de los peores libros que he leído jamás. Es increíble cómo puede hacer soporífera una historia épica. Lo peor la pareja de protagonistas (en plan los amantes de Teruel, tonta ella y tonto él), que estás deseando que liquiden de una vez. Eso sí, los secundarios son muy interesantes.

(Pablo)

AnibalBarca, gracias por los datos, en cuanto tenga un momento los agrego al artículo.

Endakil, gracias por la recomendación: había pensado seriamente en comprar el libro. De Waltari sólo leí Sinuhé el egipcio (en su tiempo) y me dejó buen sabor de boca.

Endakil

Puede que Sinuhé el Egipcio sea bueno. Y de hecho sentía curiosidad por El Etrusco. Quizás sea específicamente El Ángel Sombrío el que sea malo, al menos le concedo el beneficio de la duda en eso.

Megadoux

A mi del Ángel Sombrío me gustó la parte del transfondo. Es cierto que los personajes se hacen cansinos hasta más no poder, pero si los quitas tienes la crónica de Runciman palabra por palabra

caboeloyen

Pués para mi, tanto Sinuhé el egipcio, y sobre todo El Etrusco, me gustaron, y hace tantos años que los leí, que si tengo oportunidad los volveré a leer.

Eloi

baltasor

Felicidades por el artículo, muy ameno de leer ;)

Endakil

Cita de: Megadoux en 15 jul 2010, 04:33
A mi del Ángel Sombrío me gustó la parte del transfondo. Es cierto que los personajes se hacen cansinos hasta más no poder, pero si los quitas tienes la crónica de Runciman palabra por palabra

Eso es cierto, aunque no recomiendo el libro porque no puedo calcular la capacidad abstracción de cada uno ;D
Los secundarios sí que estaban muy bien, sobre todo los ingenieros (el alemán y el húngaro, si no recuerdo mal).