El humo de la explosión comenzó a disiparse, la rejilla del techo había desaparecido y un tramo del pasillo estaba sumido en tinieblas. Más allá de esta escena se veían cuerpos tirados en posturas imposibles, algunos sin brazos, otros sin piernas o cabeza, los peores estaban sin medio cuerpo o eran simples trozos de carne rojiza pegados en la pared. Sajai se levantó y recogió su fusil automático, era un modelo antiguo que recuperó del cadáver de un caído cuando perdió su rifle inferno en el fragor del combate cuerpo a cuerpo. Miró a su alrededor y se agazapó en un rincón oscuro. Estaba totalmente lleno del hollín despedido por la explosión. Sajai era robusto y bajo, no se distinguan rasgos ms personales bajo la capa de ceniza.

Se tanteó el cuerpo en busca de heridas y no encontró ninguna, se levantó y avanzó lentamente cubriendo todo el pasillo en arcos con su arma. Se había separado del grupo en ese laberinto de túneles, y su comunicador personal no funcionaba debido a la alta resonancia del entorno. Llegó a un cruce y comprobó su mapa, era totalmente inútil, estaba perdido. Los habían mandado allí, doce millas imperiales en territorio hostil, para inutilizar los cañones superpesados del enemigo, lo consiguieron perdiendo a tres comandos en ello. Cuando se refugiaron en el búnker eran seis, y ahora estaba solo. Comprobó la intersección en forma de cruz y decidió girar a la derecha. Continuó y escuchó varias voces, hablaban en un idioma totalmente desconocido para él, con muchas eses y aes. Al parecer estaban más adelante, así que siguió avanzando con más cautela y vigilando su retaguardia constantemente.
Al poco tiempo llegó a un giro de noventa grados y tras la esquina descubrió una puerta de metal entornada. Las voces provenían de allí, se acercó con el fusil listo y miró por la rendija que haba entre las bisagras. Pudo ver a dos soldados y un oficial discutiendo acaloradamente, separados por una mesa de madera. Detrás vió una estantería llena de rollos de mapas y una estación de radio junto a la estantería.
Pensó un momento; estaba solo y no durara mucho con vida tras las líneas enemigas, aunque lograra evitar las patrullas que sin duda iban tras él no tenía un refugio seguro y tampoco víveres.
Así que se decidió, si iba a perder la vida a manos de esos malditos herejes, al menos mandaría antes al infierno a los que pudiera. Rezó una letanía de valor, sacó dos granadas de fragmentacin de su cinturón y les quito las anillas, contó hasta dos y las lanzó justo antes de cerrar la puerta.
Varias voces de sorpresa seguidas de un terrible estampido que arrancó la puerta de sus goznes y la lanzó por los aires pasando a escasos centmetros de su brazo. Inmediatamente después entró empuñando el fusil a la cintura y abatió a un soldado que aún se retorcía en el suelo. Toda la estancia estaba destrozada, los muebles tenían agujeros de metralla y la radio estaba inservible, al oficial le faltaba media cara, igual que a otro soldado. Avanzó entre la sangre que se iba acumulando y recogió lo que pareca una daga de energía del cinturón del oficial, miró la radio y pensó que podía haberla usado para contactar con los suyos. Registró rápidamente los cuerpos y se guardó dos cajetillas de cigarrillos que llevaba un soldado y dos raciones de campaña atravesadas por la metralla. También se hizo con los mapas, los desenrolló y se los guardó doblados en la mochila.

Salió y avanzó rápidamente por donde había venido. La explosión atraería sin duda a más cultistas del caos y al menos quería luchar en una zona que conociera un mínimo...

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Suboficial Sajai
Tropas de Asalto del 412º de Cadia
378.M41