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RELATO: Piedad y Odio

Iniciado por Gonfrask, 03 Nov 2009, 01:37

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Gonfrask

Weno, aca os dejo un nuevo relato, presento una serie de nuevos proyectos, a ver si enumerais cuantos  ;D

El Chimera avanzó por las ruinas de los habitáculos más periféricos de la Ciudad Colmena esquivando cascotes y restos de vehículos destruidos. La guerra había sido brutal y todo lo que rodeaba al transporte blindado era mudo testigo de lo que días de bombardeo podían llegar a hacerle a inmensas estructuras de rococemento y ceramita, el posterior asalto por parte de las fuerzas imperiales de los barrios de viviendas solo contribuyó a añadir más destrucción y restos a las amplias calles. Cada pocos metros, los restos destrozados de traidores asomaban entre enormes trozos de cantería y muros derruidos, los equipos de limpieza por el momento se habían dedicado a limpiar aquellos cuerpos más fáciles de retirar, la guerra aun resonaba por la colmena y aún se necesitaba de todo hombre disponible. El Chimera tuvo que maniobrar para evitar un trozo especialmente grande de granito, gigantescas columnas habían caído cruzadas y obligado a utilizar equipos de demolición para tratar de limpiar los accesos y facilitar el paso de vehículos. La gran cantidad de polvo, que tanto el vehículo como el viento levantaban, estaba comenzando a ocultar la recargada decoración que adornaba casi cada centímetro de blindaje, los sellos de pureza se estaban desgastando por el roce de micropartículas afiladas como alfileres y por el ambiente cáustico, y dejaban restos de letanías a su paso.
   <Una adecuada manera de santificar este lugar nuevamente> pensó la artillera apostada en la torreta del vehículo mientras veía que un trozo especialmente grande de pergamino salía volando. Volvió a limpiar de polvo los cañones del bolter de asalto y reviso que no se estuviera acumulando en el sistema de giro del mismo, lo último que quería era que en caso de que les emboscaran, el bolter se encasquillara. Observó con cierto fastidio que el polvo grisáceo se estaba acumulando a su alrededor y por lo tanto, luego iba a tener que pasar bastante tiempo limpiando. Se paso un dedo por los visores, y comprobó que las partículas finas como el limo se estaban adheriendo a las junturas de los mismos.
   -Perfecto- murmuró. Luego se reprimió a si misma por su actitud, esa noche iba a tener que realizar penitencia.

   Unos veinte minutos después el transporte llego a su destino. La gigantesca estructura de una fábrica de alimentos se encontraba asediada por centenares de guardias imperiales con armadura pesada, el III Regimiento de Traxis. Soldados de armadura lacada y uniforme carmesí, armados con rifles anti-abominación de color marrón oscuro, casi todos ellos superaban los dos metros de estatura. Un regimiento de asalto, conocido más por su músculo que por sus estrategias. Junto a estos se encontraban, en perfecta formación y en posición de firmes, ciento treinta hermanas de batalla, con sus armaduras color hueso y bolteres negros, pero al contrario que los hombres de Traxis, las hermanas de batalla estaban en aquellos momentos de espaldas a la factoría, esperando a  quien venía en aquel Chimera.
   El vehículo se detuvo y cuando la compuerta posterior se abrió, todas las hermanas presentaron sus armas, las imagifers inclinaron sus estandartes y relicarios, y las hermanas Veteranas alzaron sus armas frente a sus rostros. Como un solo ser, todas las mujeres saludaron al unísono en el instante en el que Laucia, Canonesa Prioris Laucia de la Orden del Lirio Sagrado ponía un pie sobre la compuerta para salir. La alta mujer, embutida en su góticamente decorada servoarmadura avanzó apoyándose en un báculo rematado en elaborado emblema de la orden, flanqueada por dos hermanas guardaespaldas equipadas con pesados escudos de supresión y seguida por un sequito de mujeres de la orden asignadas a diversas funciones, Laucia descendió del vehículo e indicó con un gesto de las manos que las hermanas descansaran. A sus espaldas una de las novicias asignadas a su escolta reprimió un quejido y Laucia se giró para ver de qué se trataba.
   Comprobó que había sido la joven Crina, iniciada como hermana hospitalaria, la cual acababa de ver el estado en el que se encontrada la adición mas reciente a los adornos del Chimera personal de la Canonesa Prioris, el cuerpo casi destrozado de uno de los lideres del culto, capturado e interrogado personalmente por Laucia. El hombre estaba en aquellos momentos pagando penitencia por sus pecados, le habían encadenado al lateral del vehículo, escrito en su piel con hierros al rojo vivo letanías de perdón y llevado por las calles de ese modo desde aquella mañana, quizás esto ultimo había sido lo peor. El conductor se había preocupado de evitar daños en el vehículo, no en el traidor. El cuerpo se había balanceado de sus cadenas, golpeado contra los escombros, impactado por piedras, cortado por las afiladas partículas y quemado por el ambiente. Aun así seguía vivo y en aquellos momentos se quejaba en su lenta agonía.
   Laucia se acercó hasta Crina.
   – ¿Sientes lastima?-
   – No Canonesa- dijo la muchacha endureciendo la mirada – Solo me ha sorprendido-
   – Deberías sentir lastima pequeña- le dijo mientras se inclinaba sobre ella, Crina la miró sorprendida – Debemos apiadarnos de aquellos cuya fe es tan débil y frágil, debemos odiarlos sí, pero también debemos sentir lastima por ellos y rezar al Emperador por sus almas- miró al sanguinolento hombre – Y en nuestras manos queda que sufran su penitencia-
   Posó su mano sobre el hombro acorazado de la muchacha y se encaramó hacia las expectantes Hermanas de la Orden. Alzó su báculo y abrió el canal de comunicaciones de su servoarmadura.
   – Hermanas, hijas del Emperador, los últimos de los herejes que plagaron este mundo se han escondido como ratas y nosotras vamos a erradicarlos, pagaran por sus crímenes y morirán por ellos. No tengáis piedad, pues recordar que debemos hacerles ver su error y que paguen la penitencia- se encaró para hablar con las Hermanas Superiores de la Orden – Dirigíos a vuestras posiciones, empezaremos el asalto en media hora-
   Las Hermanas afirmaron en silencio y se retiraron dando ordenes a sus escuadras con diligencia. El Líder Hereje volvió a gemir, una de las guardaespaldas miro a Laucia y se llevo la mano a la cartuchera de su pistola bolter.
   – No- le dijo con sequedad –Aún no ha terminado de pagar por sus pecados-

inpardos

Muy interesante... ¿Estás preparando un diorama para tus Hermanas de Batalla? Una cosa, pensaba que ellas sólo podían ir en rhino, no conocía la existencia de chimeras.

Muy buen relato, me han gustado mucho las descripciones de un paiseje post-apocalíptico.

Gonfrask

Jeje, el secreto es que este personaje voy a usarlo pero con las reglas de un Inquisidor, con atributos mas cebables, escolta mas personalizable y mas posibilidad de vehiculos de transporte (Land Raider de las Hermanas.....aaaaaggagagagagaga...)

Karak

Que mal rollo dan esas sororitas... mola!

Von Speek

Relatazo Gon, me gusta mucho la atmósfera que logras. También me gusta ver que de vez en cuando sigues escribiendo, que desde aquel relato de los Lobos no había leído nada tuyo.

Shargaz

Muy buen relato.
Ahora sólo falta ver en acción a las hermanas.
Menudo espectaculo de miniaturas.